Un día mientras conversaba con mi madre, me contó que de niña le enseñaron a tejer y era un arte que le gustaba practicar mucho. Entonces, le propuse que me enseñe a tejer; definitivamente no iba a ser un trabajo fácil, pues no sabía nada de tejido ni de lanas o palillos. El primer día fue difícil. Confieso que yo de madre habría perdido la paciencia, pero ella hizo todo lo contrario. Me sentí un poco torpe y ella me respondió "Así me sentí cuando me enseñaste a manejar una computadora por primera vez".

 

Esa frase fue el inicio de todo y desde aquel día no hemos parado de tejer, aprender, reír y, lo más importante, compartir. Más adelante se me ocurrió una idea y se la conté a mi mama, crear nuestra propia marca, nuestra propia empresa, aunque sea pequeña. Ella, muy entusiasmada, aceptó mi propuesta y hoy nos dedicamos a tejer accesorios hechos de lana, especialmente bufandas, hechas con nuestras manos. Madre e hija unidas por ovillos, esos que se enrollan solo con el trabajo en equipo, trabajo que me permite compartir más tiempo con mi hermosa y adorada madre.